A la misma hora que el año pasado, los senderistas de Alange nos encaminamos por la umbría de las Peñas Blancas al encuentro del pueblo zarceño.
Hicimos parada en el Cancho de los Enamorados recordando antiguas leyendas acaecidas en el lugar. A lo largo del camino pudimos ver las llamativas setas de los enanitos (Amanita muscaria) que a los niños tanto llama la atención, pero advirtiéndoles de que no se tocan porque son venenosas. También pudimos coger bellotas y un tupido y verde musgo que nos serviría para adornar el Portal.
Sobre nosotros alguna rapaz sobrevolaba y nos indicaba que el Arroyo de la Molinera cerca andaba.
En este lugar los dos grupos nos encontramos, y como los zarceños venían muy alegres, nos pidieron el aguinaldo. No les íbamos a faltar, íbamos preparados, un buen licor de bellota endulzó los cantos de los senderistas en la subida.
Cascabeles, botellas, panderetas y una gran zambomba jaleaban cánticos de Navidad. Las pinturas nos barruntaban, los niños se acercaban y ellos fueron los encargados de colocar el Nacimiento en este lugar tan especial, que por un momento, 4.000 años después, volvió a convertirse en lugar espiritual.
Subiendo y subiendo, un león petrificado nos recibió y nos dio paso a una gran explanada en la cima donde las rosas de hojaldre de la Zarza nos fueron ofrecidas, mangar que no se puede rechazar.
Una foto de grupo miró para La Zarza y otra para Alange, diciendo entre todos ¡Buen camino de regreso y el año que viene volvemos!
Hicimos parada en el Cancho de los Enamorados recordando antiguas leyendas acaecidas en el lugar. A lo largo del camino pudimos ver las llamativas setas de los enanitos (Amanita muscaria) que a los niños tanto llama la atención, pero advirtiéndoles de que no se tocan porque son venenosas. También pudimos coger bellotas y un tupido y verde musgo que nos serviría para adornar el Portal.
Sobre nosotros alguna rapaz sobrevolaba y nos indicaba que el Arroyo de la Molinera cerca andaba.
En este lugar los dos grupos nos encontramos, y como los zarceños venían muy alegres, nos pidieron el aguinaldo. No les íbamos a faltar, íbamos preparados, un buen licor de bellota endulzó los cantos de los senderistas en la subida.
Cascabeles, botellas, panderetas y una gran zambomba jaleaban cánticos de Navidad. Las pinturas nos barruntaban, los niños se acercaban y ellos fueron los encargados de colocar el Nacimiento en este lugar tan especial, que por un momento, 4.000 años después, volvió a convertirse en lugar espiritual.
Subiendo y subiendo, un león petrificado nos recibió y nos dio paso a una gran explanada en la cima donde las rosas de hojaldre de la Zarza nos fueron ofrecidas, mangar que no se puede rechazar.
Una foto de grupo miró para La Zarza y otra para Alange, diciendo entre todos ¡Buen camino de regreso y el año que viene volvemos!
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