Dicen que Sevilla ya huele a azahar. Pero no es la única. En este abril, reflorecido por las tardías lluvias de Semana Santa, los naranjales y limoneros de La Jabata y Valle Pedro han aromado de azahares nuestro andariego caminar morisco. Del incienso al azahar; de cristianos a moriscos; de penitentes a hortelanos… Son las sensaciones que del aire me llegan –y que en el alma me impregnan de un sincretismo irracional, sentido y sensible– en esta primavera entrada que tanta hermosura ofrenda a los ojos.
“En una huerta sombría
giraban los cangilones de la noria soñolienta.
Bajo las ramas obscuras el son del agua se oía.
Era una tarde de junio, luminosa y polvorienta”.
Los versos, que son de Antonio Machado en “A orillas del Duero”, podrían valer igualmente para otra hermosura –los sonidos del agua en las norias no lejos del Matachel– a que nos trasporta, en el rumor del recuerdo y la nostalgia, la bella Fuente de La Jabata. Pero hemos de convenir que aquí la hermosura es doble, pues al asomarse a la poza se adentra uno en el misterio arqueado del alarife, en el arte rural y sereno de la obra utilitaria rematada con gusto, y, a la vez, en el beso callado, oculto de miradas, que se dan agua y cielo cuando paran el ingenio y la bestia de dar vueltas.
“Tres morillas me enamoran en Jaén,
Axa y Fátima y Marién”…
… y en la monotonía hacendosa del hortelano –o acaso en el descanso siempre breve, ya saben, siglos atrás– quizá el célebre villancico anónimo de las tres morillas, como melancólica cantinela para matar el tiempo y henchir el ánimo al recordar –o ensoñarse– amores antiguos o imposibles: amores moriscos; entre vallecitos sumisos (tan sumisos como sus hombres) a los castillos de Alange y Hornachos; entre azahares de la primavera eterna del caminante.
Relato de Ignacio Pavón Soldevila
“En una huerta sombría
giraban los cangilones de la noria soñolienta.
Bajo las ramas obscuras el son del agua se oía.
Era una tarde de junio, luminosa y polvorienta”.
Los versos, que son de Antonio Machado en “A orillas del Duero”, podrían valer igualmente para otra hermosura –los sonidos del agua en las norias no lejos del Matachel– a que nos trasporta, en el rumor del recuerdo y la nostalgia, la bella Fuente de La Jabata. Pero hemos de convenir que aquí la hermosura es doble, pues al asomarse a la poza se adentra uno en el misterio arqueado del alarife, en el arte rural y sereno de la obra utilitaria rematada con gusto, y, a la vez, en el beso callado, oculto de miradas, que se dan agua y cielo cuando paran el ingenio y la bestia de dar vueltas.
“Tres morillas me enamoran en Jaén,
Axa y Fátima y Marién”…
… y en la monotonía hacendosa del hortelano –o acaso en el descanso siempre breve, ya saben, siglos atrás– quizá el célebre villancico anónimo de las tres morillas, como melancólica cantinela para matar el tiempo y henchir el ánimo al recordar –o ensoñarse– amores antiguos o imposibles: amores moriscos; entre vallecitos sumisos (tan sumisos como sus hombres) a los castillos de Alange y Hornachos; entre azahares de la primavera eterna del caminante.
Relato de Ignacio Pavón Soldevila
Fotografías de Fefa Corbacho Barrero
Podeis ver más fotografías de la ruta en este enlace de Facebook: http://www.facebook.com/profile.php?id=1289128509#!/media/set/?set=a.2868893054165.109622.1615014289&type=1
Fotografías del Club de Senderismo Valdearenales de Guareña:
Podeís encontrar algunas más en este enlace: http://clubdesendederismovaldearenales.blogspot.com
Fotografía de Elvira Bote Ruíz de Santa Amalia
Comentario de Facebook: "Muchas gracias al grupo senderista "Pata del Buey" por la organización y el buen dia que nos hicieron pasar, espero podamos compartir muchas más, un abrazo."
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