Con un fresco poco habitual para la fecha y tras esperar a un grupo de la cercana localidad de Don Benito nos pusimos en camino unos 60 senderistas en nuestra segunda ruta nocturna de la temporada.
Bajando por el Callejón de Rebollo para adentrarnos poco a poco en el llano de las vegas del Matachel, acompañados por la luz de la luna que aún sin estar llena nos alumbraba y nos acompañaba en el paseo sin necesidad de sacar las linternas de nuestras mochilas.
El río bajaba furioso, cargado de aguas del pantano y alegraba el paseo con su sonido que nos conducía hasta el molino de la Rabia, monumento ya conocido por muchos de nosotros pero aún así nos sigue embrujando con su misterio en la oscuridad de la noche.
Tras una parada obligatoria para que los visitantes y propios socios que aún no tenían el gusto de conocerlo entraran a contemplarlo, continuamos nuestro camino rodeados de maizales y aspersores que regaban con su sonido el silencio de la noche.
Nuestro querido Callejón de Rebollo, nos hizo sufrir con su subida, pero algo de dificultad debía tener esta ruta.
Nicolás Megías Berdonce.
Bajando por el Callejón de Rebollo para adentrarnos poco a poco en el llano de las vegas del Matachel, acompañados por la luz de la luna que aún sin estar llena nos alumbraba y nos acompañaba en el paseo sin necesidad de sacar las linternas de nuestras mochilas.
El río bajaba furioso, cargado de aguas del pantano y alegraba el paseo con su sonido que nos conducía hasta el molino de la Rabia, monumento ya conocido por muchos de nosotros pero aún así nos sigue embrujando con su misterio en la oscuridad de la noche.
Tras una parada obligatoria para que los visitantes y propios socios que aún no tenían el gusto de conocerlo entraran a contemplarlo, continuamos nuestro camino rodeados de maizales y aspersores que regaban con su sonido el silencio de la noche.
Nuestro querido Callejón de Rebollo, nos hizo sufrir con su subida, pero algo de dificultad debía tener esta ruta.
Nicolás Megías Berdonce.
Fotografías de Fefa Corbacho Barrero
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