Una mañana en Cornalvo de esas que apetece caminar, mucha gente nos congregamos a una ruta que prometía y no defraudó. Un marco inigualable, descriptivo de lo que es nuestra dehesa extremeña, disfrutamos de hermosos encinares y alcornocales centenarios que siguen impasibles al paso del tiempo, viendo como sube y baja el nivel del embalse, proveyendo de corcho a las industrias corcheras, sirviendo de hogar a múltiples aves, dando sombra tanto a los puercos que se ceban de sus bellotas como a los terneros que reposan su digestión… Un día que amaneció fresco, con bruma que terminó levantando. Más tarde salió un sol que nos calentó junto al caldo que repartió la organización de la ruta. Disfrutamos de losfrutos que encontramos en nuestro camino, como los del arbusto del Madroño que nos atrevimos a probar (gracias al saber de Feli), nos conformamos con observar las setas que inundaban los alrededores de las encinas y alcornoques y a las personas que las recogían en sus cestas de mimbre.
Finalmente –unos antes y otros más tarde-y con gran alborozo llegamos al final del camino, pues los últimos cinco kilómetros se nos hicieron eternos, y cómo decía Feli “ya si, ya si, Isa ya llegamos”, donde terminamos todos disfrutando del buen vino y unas buenas migas mientras recordábamos, algo doloridos, los buenos momentos vividos.
MARTA MIRANDA MACÍAS.
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