Eran
las ocho y media de
la mañana, cielo gris y amenazando lluvia, cuando nos pusimos en camino a
la vecina localidad de La Zarza. Después de colocarnos la pulsera naranja y
probar las roscas fritas caseras que con tanta ilusión elaboraron la tarde antes,
se cortó la cinta para dar la salida y emprender la subida a la sierra.
Comenzó la lluvia, de manera suave,
aunque fue aumentando antes de realizar la primera parada en “Las Calderitas”,
pinturas rupestres en un abrigo de roca cuarcita. Disfrutamos, desde la
explanada que nos esperaba en la cima de la Sierra de las Peñas Blancas, de las
impresionantes vistas de nuestro pueblo y su pantano rebosante de agua.
Después de un descanso bien merecido,
y de contemplar las vistas, volvimos a nuestro camino para bajar de la sierra
entre alcornoques y con la compañía de la lluvia.
Casi al final de la bajada salió a
nuestro encuentro el famoso burro móvil para calentarnos el cuerpo con un
traguito de vino.
Antes de llegar a “Los Balancines” un
estupendo pinar lindante con territorio de la Oliva, disfrutamos del primer
avituallamiento donde nos ofrecieron agua, naranjas, de nuevo roscas fritas, y
una camiseta.
Continuamos nuestro camino hasta Casa San Andrés, entre barro y agua, un conocido cortijo ya abandonado. Nada más dejar atrás el cortijo, nuestra senderista Toñi tropezó con unas de las tantas piedras que sembraban los caminos y cayó al suelo sufriendo un corte en la palma de la mano derecha, pero fue cosa de poca monta ya que ella y todos seguimos caminando contando la experiencia entre risas.
Poco a poco nos íbamos acercando a las
Minas de Tierra Blanca, donde disfrutamos de sus llamativos lagos azul
turquesa, y de dos motoristas que animaron el final del camino con sus piruetas
subiendo y bajando por los montones de tierra. Continuamos nuestro camino hasta Casa San Andrés, entre barro y agua, un conocido cortijo ya abandonado. Nada más dejar atrás el cortijo, nuestra senderista Toñi tropezó con unas de las tantas piedras que sembraban los caminos y cayó al suelo sufriendo un corte en la palma de la mano derecha, pero fue cosa de poca monta ya que ella y todos seguimos caminando contando la experiencia entre risas.
Llegamos al final de la ruta
hambrientos, esperando con anhelo la paella, y como no podía ser de otra manera
disfrutamos de ella y de una feliz convivencia con nuestros vecinos zarceños.
Un año más la ruta festiva de las
Peñas Blancas ha sido un éxito y les damos la enhorabuena por ello.
Texto de Marta Beatriz Miranda Macías.
Fotografías de Milagros Hurtado Fernández
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