jueves, 24 de octubre de 2013

ARRIEROS EN TIERRA DE ALFAREROS

Siete de la mañana en un sábado de puente, que pereza para levantarme, pero las ganas por conocer una tierra para mi desconocida podían con el sueño.

A mitad de la Calle Baños me esperaban otros dos intrépidos exploradores, Guadalupe y Julio, con los cuales tomé rumbo a Salvatierra de los Barros. Pueblo de unos mil ochocientos habitantes que tiene de la Comarca de Tierra de Barros sólo el apellido ya que se encuadra dentro de la comarca pacense de la Sierra Suroeste, aunque eso sí, es el único de todos ellos que se ha dedicado y se dedica por tradición al barro.

Llegando al centro de Salvatierra, la Iglesia de San Blas abría sus puertas para dejar salir a multitud de personas que acababan de escuchar la misa de alba del Día de los Difuntos, y dejar entra a los curiosos que queríamos recrearnos con las altísimas y hermosas bóvedas decoradas con piezas de cerámica y con una curiosa historia de alfareros ya que durante su construcción se emplearon vasijas de barro local como relleno.

Como aún era temprano, nos dirigimos hacia el lugar de concentración de senderistas y tomamos un café en el típico bar de esquina de la Plaza de España, como si estuviéramos en nuestro pueblo. Allí fuimos recibidos por el presidente de la Asociación Cultural “Amigos de Salvatierra” como unos amigos más, ya que íbamos desde el pueblo de su adorable colaborador Juan Diego, al cual echamos mucho de menos en este día.

Nueve en punto en el reloj y como arrieros comenzamos a subir por una cuestecita con calzadas delante de las casas, que nos llevaba hasta el camino del castillo. Durante el ascenso las vistas eran cada vez más atractivas, a lo lejos otro castillo, el de Nogales, con su pueblo a los pies y su pantano al lado rodeado de sierras y tupidas dehesas que nos hicieron parar varias veces para contemplar el paisaje.

Aparecían los primeros castaños repletos de erizos que se abrían para dejar ver su fruto e incluso dejarlo caer sobre los helechos. La humedad daba a esta zona un intenso color verde que aún por nuestras tierras no hemos visto y nos mostraba una vegetación poco usual para nuestros ojos. Como curiosidad, la temperatura de esta población es bastante inferior a la de los pueblos del entorno, los lugareños comentaban que en las fiestas de agosto hay que sacar el jersey de lana si quieres ir a la verbena y no coger una pulmonía.

Y sorpresa, me encontré con mi profesor de física y química de cuando yo estudiaba en el instituto y a su mujer, familiar de otro conocido cercano, recodamos viejos tiempos y nos actualizamos, además hubo tiempo para comentarme muchas curiosidades sobre éste su pueblo.

En la cima del cerro sobre el que se asienta la población, un castillo procedente del Ducado de Feria nos muestra su grandeza, no sólo por su buen estado de conservación y las vistas de pájaro que se divisan desde él, sino también por la historia de su actual dueña, una señora inglesa que lo compró por capricho y que gracias a la cual se mantiene en pie pero la pena es que no deja que nadie visite su interior. Según cuentan los lugareños, la señora tiene otra vivienda en Zafra y se sabe cuando se encuentra en el castillo porque iza su bandera británica en el torreón central, además la señora atesora grandes colecciones de arte en su interior. Todo un misterio en el Señorío de Feria.

Unas galerías de alcornoques con sus troncos rojizos despojados del corcho dejaron boquiabierto a más de uno, y junto a enormes castaños, uno de los “barreros” empleados para la extracción del afamado barro salvaterrense, concretamente de barro fino, y bien que lo comprobamos porque las botas acabaron embadurnadas en un momento. Un experto nos dio unas explicaciones sobre esos barros y como curiosidades dijo “el barro de Salvatierra es muy peculiar e inagotable, se acabarían antes los alfareros que los barros de este pueblo” y “los botijos que se ponen blancos por fuera, que aparentemente quedan feos, son los mejores ya que este barro filtra el agua y expulsa las impurezas que no debemos tomar”.

Caminando entre troncos rojos y escuchando vocablos típicos de la zona, aprendimos que la madera de alcornoque no se puede emplear para las chimeneas de las casas porque produce un humo muy negro que es muy sucio, por ello sólo la emplean los alfareros habiendo sido muy característica la humareda negra sobre Salvatierra, imagínense veinte talleres trabajando a la vez. O que la bellota del alcornoque no es del agrado de los cerdos ya que prefieren la de la encina por ser más dulce.

Otra sorpresa en el camino, las ruinas de un enorme convento en plena naturaleza. Un retiro espiritual de ensueño vigilado por la portentosa fortaleza y con una espadaña que resiste en pie con energía, la cual ha sido tomada como logotipo de la asociación cultural local.

Setas de césares, bellotas, castañas y una llamativa flora de umbría pudimos contemplar hasta llegar al mirador de “La Mirilla” un punto estratégico para divisar la Comarca de la Sierra Suroeste con las dehesas mejor conservadas de toda Europa y con un varias parejas de buitres leonados volando sobre nosotros con un cielo impoluto, ya que la zona está declarada como Zona de Especial Protección para las Aves con el nombre de “Dehesas de Jerez”.

Y una sorpresa más, otra persona conocida, una compañera de estudios con la que también compartí varios tramos del camino. Es que uno no puede ir a ningún sitio sin que le conozca nadie, jeje.

Ovejas, cabras, cerdos, caballos y vacas nos acompañaron durante todo el camino alimentándose de los manjares que les ofrecen estas tierras. Una zona granítica, arroyos que bajando de las sierras cargados de agua, montes con bosques de castaños en otoñada, robustas lindes de piedra y el castillo siempre presente despedían el recorrido por el campo de Salvatierra.

Ya de vuelta en el pueblo, una amable persona se ofreció a guiarnos por otros senderos para descubrir numerosos pilares donde mana el agua de sierra y atractivas panorámicas de la población con su peculiar arquitectura popular. Incluso conocimos a las Santas Justa y Rufina, patronas de los alfareros en una de las ermitas.

Dulces típicos y pan de pueblo para llevar como recuerdo y una última parada para tomar un refrigerio en el Café Bar Benítez, apellido que abunda en la población donde en cambio no hay prácticamente Barreros.

Desde aquí, tanto Guadalupe, como Julio y yo queremos agradecer la gran acogida que hemos tenido en Salvatierra tanto por los locales como por los muchos foráneos asistentes a las jornadas de alfarería.

José María Benítez Carroza.
Presidente, A.S.C. “Pata del Buey” – Alange.



















































































































Fotografías de José María Benítez Carroza.

2 comentarios:

  1. Enhorabuena José Mari, me ha encantado el texto, que pena que no pude asistir, me hubiese gustado contemplar ese paisaje.

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  2. Preciosas las fotos de Arrieros en Tierra de Alfareros...

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